Texas Ejecuta a Travis Mullis por Asesinato y Abuso Sexual de su Bebé
Travis Mullis, de 38 años, fue ejecutado mediante inyección letal en Texas tras ser condenado por matar y abusar de su bebé.
El crimen ocurrió en enero de 2008 cuando Mullis, con 21 años, pisoteó hasta la muerte a su hijo de 3 meses.
La ejecución se llevó a cabo en la prisión estatal de Huntsville, siendo el cuarto recluso ejecutado en Texas este año.
Antes de morir, Mullis expresó su gratitud: «Me gustaría agradecer a todos… que me aceptaron como el hombre en el que me convertí».
La historia de Travis Mullis deja una marca en la discusión sobre justicia
El asesor espiritual de Mullis ofreció una breve oración mientras el reo se encontraba atado a la camilla en la cámara de muerte.
Mullis agradeció a los funcionarios penitenciarios por los «cambios realizados en todo el sistema», destacando la oportunidad de rehabilitación.
«Tomé medidas legales para acelerar la inclusión del suicidio asistido, no me arrepiento de esta decisión», afirmó Mullis antes de su ejecución.
El condenado mostró arrepentimiento por sus acciones: «Lamento la decisión de quitarle la vida a mi hijo», expresó sinceramente.
Se disculpó con la madre de su hijo y su familia, asegurando no tener mala voluntad hacia quienes participaron en su castigo.
Shawn Nolan, abogado de Mullis, declaró que no se presentarían apelaciones para detener la ejecución, aceptando la responsabilidad del prisionero.
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El abogado describió a Mullis como «un hombre redimido» que siempre asumió su culpa por haber cometido «un crimen atroz».
La ejecución ha reavivado el debate sobre la pena de muerte y el sistema de rehabilitación para aquellos condenados por delitos graves.
Organizaciones defensoras de derechos humanos cuestionan si la pena capital es la respuesta adecuada para casos de redención y arrepentimiento.
El sistema judicial de Texas sigue siendo uno de los más activos en aplicar la pena de muerte en Estados Unidos, con múltiples ejecuciones anuales.
Mullis fue ejecutado mientras aún mantenía la convicción de que había cambiado como persona, enfrentando su castigo con dignidad y remordimiento.
Este caso plantea interrogantes sobre la capacidad de los reclusos para redimirse y la eficacia del sistema penitenciario estadounidense.