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Tras décadas sirviendo mesas, hoy tiene su propio negocio (VIDEO)

Hace más de 25 años que Gerardo Ramírez Ceballos migró a Estados Unidos. Procedente de Oaxaca, México, traía unos cuantos pesos, su mochila
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Hace más de 25 años que Gerardo Ramírez Ceballos migró a Estados Unidos. Procedente de Oaxaca, México, traía unos cuantos pesos, su mochila y un montón de sueños en el bolsillo. En su memoria, quizá lo más valioso y que aún hoy atesora. Las casi veinte recetas de los dulces artesanales que todavía recuerda con nitidez. Las aprendió de su suegro, Domingo Herrera, y ese ha sido uno de los legados más importantes de toda su vida.

Ramírez lo cuenta con la humildad de quien ha sabido esperar en la vida, con los ojos llenos de brillo y con el optimismo de quien entiende lo que es levantarse una y otra vez pese a las caídas. Para el mexicano de 58 años no hay un solo recuerdo de aquella travesía que lo entristezca o lo haga arrepentirse. Todo lo contrario, para él, es reconciliar la mente con el corazón.

“Yo empecé a elaborar los dulces en la ciudad de México hace 40 años atrás. En aquel entonces conocí a mi suegro, quien tenía su propia dulcería. Yo quise aprender de la elaboración y él fue mi gran maestro. Así le llamaban, ‘el maestro dulcero’, porque era muy aficionado y perfeccionista en el arte del azúcar”, narró Ramírez.

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En aquel entonces, hace unos 40 años atrás, Ramírez aprendió todo lo que pudo en ´La Merced´. Se trataba del local de su suegro, y del que luego decidió independizarse para poner su propia fábrica en México.

Tras ver que todo andaba bien, el mexicano decidió aventurarse y migrar a Estados Unidos para emprender su negocio en suelo anglosajón.

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“Fui creciendo poco a poco porque me fascinaba hacer los dulces. En ese lapso de tiempo, yo veía que mi sueño podía ir más allá. Y fue justo mientras elaboraba una tanda de dulces que nació mi ´sueño americano´. Entonces decidí venirme”, relató.

Y Ramírez migró. Primero probó suerte en Chicago, pero por el clima, tuvo que mudarse y buscar otro plan.

El mexicano y padre de cinco hijos llegó hasta Arizona, en donde comenzó de nuevo. La vida no se lo puso tan fácil, pero siguió elaborando con dulzura.

 

“Trabajaba como mesero, y en mi tiempo libre, elaboraba los dulces y los distribuía a tiendas mexicanas. Fue un proceso largo, y fue un tiempo difícil, pero la familia influye mucho en esto. Mis hijos estaban pequeños y me ayudaban cuando salían de la escuela”, recordó.

Allí, Ramírez distribuía a casi toda la ciudad, entregando el producto a todas las tiendas mexicanas habidas y por haber. “Eran como unas 80 O 100 tiendas las que servíamos”, agregó.

Tras trabajar así durante muchos años, Ramírez tuvo que poner en pausa la distribución de dulces.

“Hubo retos económicos. Fue un proceso difícil porque no podíamos establecer un negocio legítimo como queríamos y como nos exigía la ciudad. Seguíamos con muchas ganas, pero no pudimos darle para adelante porque era muy difícil sostenerlo”, contó.

Pero el mexicano no se achantó. Tenía un ´plan C´. Simplemente, esperar un mejor momento para volver a hacerlo. Mirar el panorama desde arriba, tal y como velaba la olla del almíbar antes de sumergir la fruta.

 

Entonces esperó. Tiempo después, tras conversaciones con su hija mayor, quien radicaba en Georgia, decidió mudarse. Y es que para sus hijos, ´el sueño´ no había muerto.

“Llegué a Georgia porque mi hija se vino a emprender, y ella me comentaba que era una ciudad en auge. Así que nos vinimos y decidí volver a empezar”, manifestó Ramírez.

Una vez en Georgia, el empresario cambió el nombre de su negocio a ´El Sueño Rico´, en homenaje a ese ´Sueño americano´ que un día contempló.

“Llegué con la meta de poner El Sueño Rico en Estados Unidos. Y lo cumplí. Simplemente me enfoqué en los dulces, que es mi oficio y que es lo que aprendí desde siempre”, sostuvo.

Hoy, Ramírez elabora los dulces por pedidos especiales y sus nietos le ayudan en la preparación, traspasando así el legado de generación en generación. “La familia es la raíz y lo más importante de todo. Que ellos vayan conociendo a través de nosotros mismos, no solo las recetas, sino los sueños que tenemos y los que venimos trayendo”, aseveró.

Esa máxima le ha servido para sazonar con amor sus tarugos enchilados, sus cubiertos de calabaza, cocadas domingueras, mostachones de nuez, naranjas cristalizadas y hasta manzanas cubiertas de tamarindo.

Sin duda, su mayor reto ha sido entrar al mercado pero eso no lo ha amilanado. Ni hoy, ni mañana.

“Yo creo que todos venimos con un sueño aquí y a veces se nos pone difícil la cosa, pero ningún sueño es inalcanzable. Tenemos que cambiar esa mentalidad. Todo sueño puede reverdecer”, reflexionó.

Para pedidos y más información sobre El Sueño Rico, puede seguirlo en Instagram bajo @Elsuenorico o escribir a Hola@elsuenorico.com

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